El aceleracionismo es un conjunto heterogéneo de ideas que buscan responder a las grandes crisis del presente con la aceleración de tendencias propias de la modernidad capitalista. Mientras otras corrientes críticas denuncian y buscan conjurar la alienación, el desarraigo, la abstracción y la disolución de vínculos, el aceleracionismo reivindica la capacidad de estas fuerzas desatadas por el capital para desvanecer en el aire todo lo que parece sólido, que ya Karl Marx había enunciado tanto en su análisis de las tendencias estructurales del capitalismo como en su visión de un futuro en el que el desarrollo del saber científico y tecnológico convertiría a los obreros en órganos conscientes de las máquinas automáticas. Desde fines del siglo XIX, diversas ideas aceleracionistas fermentaron en trabajos de autores como Samuel Butler, Thorstein Veblen y Shulamith Firestone. La discusión sobre el aceleracionismo que ha movilizado el debate académico y activista en las últimas décadas puede explicarse más por la oportunidad en que aparece que por su novedad.
El Anti-Edipo, un texto que surge en el fermento de la contracultura de los años 60, será fundamental para el aceleracionismo contemporáneo. Gilles Deleuze y Félix Guattari examinan las opciones de las fuerzas revolucionarias en el capitalismo avanzado: retirarse del mercado mundial o dar un mayor impulso al “movimiento del mercado, de la descodificación y de la desterritorialización”. Mientras cierto sentido común revolucionario sugeriría la necesidad de enfrentar las fuerzas desterritorializadoras y descodificadoras del capitalismo, una verdadera revolución, es decir, una que lleve a la humanidad más allá del capitalismo, deberá dar impulso a la aceleración. “No retirarse del proceso, sino ir más lejos, acelerar el proceso, como decía Nietzsche: en verdad, en esta materia todavía no hemos visto nada” (Deleuze y Guattari 1985: 247).
Esta obra, junto con las de otros pensadores del capitalismo, como Jean-François Lyotard y Jean Baudrillard, influirá notablemente en la conformación de un núcleo de pensamiento aceleracionista en la Universidad de Warwick, encabezado por los filósofos Nick Land y Sadie Plant, cuyo interés por las consecuencias del creciente despliegue de redes y dispositivos electrónicos corría paralelo a su hostilidad a las ideas del pensamiento progresista universitario (Beckett 2017). A comienzos de los noventa, este grupo adopta el nombre de Cybernetic Culture Research Unit (CCRU) y, después de pocos años de intensa actividad, se disuelve.
Land se considera emisario de un futuro en que la desterritorialización habrá disuelto lo humano. Adopta el lenguaje de Deleuze y Guattari, pero se distancia de ellos porque entiende que no son fieles a la aceleración y terminan sucumbiendo al humanismo. La cibernética de Norbert Wiener es conservadora, según Land, debido a su fidelidad a la seguridad y la estabilización. Le interesa, por el contrario, proponer una cibernética que pueda producir una escalada y huir de la biopolítica de la planificación estatal. Según Land, la aceleración es la estructura temporal de la acumulación del capital; por lo tanto, la tecnología y la economía no son formalmente distinguibles. Juntas, forman una dinámica que se enfrenta a distintas formas de compensación y regulación. El orden social será algún día destruido por la tendencia del tecnocapitalismo hacia la aceleración del desarrollo de máquinas que se diseñarán y mejorarán a sí mismas hasta generar una singularidad maquínica. Para Land, “la política es obsoleta”, puesto que “la vida está siendo reemplazada por algo nuevo” y es imposible detener este proceso (Mackay y Avanessian 2014: 274).
Aunque Land no ahorra epítetos hacia el marxismo occidental —al que acusa de practicar un monoteísmo estatista, de esconder un conservadurismo nacionalista y de haber abandonado su preocupación por la economía para refugiarse en “un manojo psicológico de resentimientos y descontentos” hacia todo lo que interpreta como capitalista— mantiene, sin embargo, una profunda simpatía por el marxismo chino y la fusión que ha logrado con el capital. Tras abandonar el mundo académico, Land se va a vivir a Shanghái.
En el aceleracionismo de Land, el único agente es el capital: lo que se acelera es la extinción, y los agentes de transformación no son colectivos, sino individuales o dividuales. Con el tiempo, Land ha reconocido que el mercado se sostiene en el intercambio desigual y no puede prescindir de cierta territorialización. Desde esta premisa, Land ha cultivado, a partir de 2013, una afinidad con los neorreaccionarios, partidarios de la Ilustración oscura o Dark Enlightenment, un movimiento de la extrema derecha de Estados Unidos que profesa la fe en la tecnología.
La idea aceleracionista toma otro curso cuando es interpretada desde distintas vertientes del pensamiento de izquierda. Mark Fisher, discípulo de Sadie Plant y miembro de la CCRU, se distancia de Land, al que acusa de proponer una inversión del materialismo histórico en la que, en lugar de quedar desenmascarado el capital como fuerza de trabajo explotada y expropiada, los humanos son marionetas de las que se puede prescindir. A Fisher le incomodaba tanto la retórica procapitalista de la CCRU como la política de cierta izquierda que ignora deliberadamente la tecnología. Tras la disolución de la CCRU, crea el blog k-punk, entre cuyos lectores se encuentran Alex Williams y Nick Srnicek, que publican en 2013 #Accelerate: Manifesto for an Accelerationist Politics, desde donde buscan poner en manos de distintas corrientes de izquierda un punto de apoyo para discutir las posibilidades de un aceleracionismo que conduzca a una sociedad poscapitalista.
El manifiesto analiza la coyuntura como una acumulación de catástrofes ambientales, sociales y económicas ante las cuales la política contemporánea no tiene respuestas. El neoliberalismo se encuentra con un límite porque reduce la modernidad al crecimiento cuantitativo sin alterar formas de relación territorializantes como la familia y la religión. Por otra parte, la izquierda y los movimientos sociales, desgastados por el neoliberalismo, están paralizados y sin ideas nuevas. Más preocupado por la democracia interna y la autovalorización afectiva que por la eficacia estratégica, el activismo de izquierda tiende hacia la búsqueda de lo auténtico, la inmediatez de lo comunal y el neoprimivitismo localista.
El manifiesto promueve una política aceleracionista que preserve los avances y la base material del capitalismo, pero la reoriente hacia fines de lo común mediante el desarrollo de una hegemonía sociotécnica capaz de articular movilización social, acción política y una imagen especulativa del futuro poscapitalista. Esta doble disputa, en el plano de las ideas y en la materialidad de la infraestructura, podría, por ejemplo, encarnarse en el rediseño y la reprogramación de la actual economía de plataformas para fines no capitalistas. Se trata de volver a adoptar, desde la izquierda, una voluntad de dominio sobre la sociedad y el ambiente que recupere una visión de expansión de los límites impuestos por la naturaleza para completar el proyecto de la Ilustración y construir una idea moderna del futuro.
Según Williams y Srnicek, una de las principales falencias de Land es confundir velocidad con aceleración. El aumento de velocidad en el trabajo, la política, los objetos de uso cotidiano, los hábitos de comunicación, la organización urbana, o la intensificación del despliegue de las tecnologías de la información, la automatización algorítmica y la inteligencia artificial, es algo distinto del aceleracionismo porque no nos llevan a experimentar o descubrir posibilidades más allá de la sociedad capitalista. Este aumento de velocidades sí supone una dificultad, debido a que el descubrimiento de estas posibilidades —la imaginación de una aceleración hacia el poscapitalismo— debe surgir de cuerpos situados en el hic et nunc capitalista, caracterizado, según Paul Virilio (1997), por la negación del “aquí” en beneficio del “ahora”, resultado de las velocidades absolutas establecidas por las telecomunicaciones que imponen una tiranía del tiempo real y causan una pérdida de las referencias espacio-temporales del cuerpo. Hartmut Rosa (2016) habla de tres categorías de fenómenos relacionados con el aumento de la velocidad social: la aceleración tecnológica, la aceleración del cambio social y la aceleración del ritmo de vida, que, en lugar de fortalecer la autonomía de los individuos y afianzar los lazos en que se sustenta, tiene como consecuencia la alienación con respecto al espacio, al tiempo, al yo y a los otros.
A estos fenómenos se refiere también Franco Berardi cuando afirma que, desde un punto de vista materialista, las posibilidades de transición hacia el poscapitalismo deben ser inmanentes al capitalismo, pero la inmanencia no implica necesidad y estas posibilidades pueden quedar canceladas “por las formas culturales y psicológicas de la existencia subjetiva” contemporánea (Avanessian y Reis 2019: 75). El aumento vertiginoso de la velocidad puede causar espasmo y pánico en las subjetividades, pero no conduce a la inestabilidad en las relaciones capitalistas, porque la objetividad social que se destruye de todos modos no es necesaria. El capitalismo puede gobernarse desde automatismos, sin apelar a la razón colectiva. Claudio Celis Bueno (2020) señala que estas advertencias con respecto a la aceleración social fracasan en cuanto suponen que hoy la alienación sigue estando referida a normas establecidas de antemano, ya que no puede arrojar luz sobre las posibilidades de emancipación disponibles bajo las formas de poder definidas por las plataformas y sus algoritmos.
De izquierda o de derecha, los discursos aceleracionistas tienen la peculiaridad de ocupar una parte no menor de su argumentación en enumerar y describir los obstáculos a la aceleración. Para Land, lo que obstruye la aceleración proviene de la política, el Estado y, en última instancia, los cuerpos humanos incapaces de adaptarse a los ritmos desterritorializadores del tecnocapitalismo. Williams y Srnicek, en cambio, consideran que los límites a la aceleración provienen tanto del capitalismo en su versión neoliberal como de lo que ellos llaman la “izquierda folk”. En ambas posiciones están menos claramente definidos los agentes de transformación. Land busca resolver el problema ubicando al tecnocapitalismo en la posición de sujeto. La humanidad aparece definida como obstáculo en relación con este sujeto. Los autores del manifiesto, en cambio, describen los obstáculos, pero no definen el sujeto. La fuerza transformadora queda aparentemente a cargo de cierta vanguardia aceleracionista.
Pensar el aceleracionismo poscapitalista a partir de nuestras condiciones reales de existencia requiere una comprensión menos abstracta, o más materialista, de obstáculos y sujetos. La inviabilidad del tecnocapital como sujeto de la aceleración, tal como propone Land, se revela cuando se amplía la visión para considerar al capitalismo global en su conjunto y aparece el vínculo indisoluble entre la automatización en los centros del capitalismo global y sus márgenes: los países del Tercer Mundo y las industrias de trabajo intensivo y bajos ingresos. George Caffentzis (2020) hace un recorrido por la teoría marxista del aumento de la composición orgánica del capital para sugerir que un aumento del capital fijo (máquinas) en detrimento del capital variable (trabajadores) conduce a una situación en la que la industria automatizada produce cada vez menos valor, que solo puede surgir de la plusvalía del trabajo humano, pero paradójicamente acumula cada vez mayores ganancias. Esto es así debido a que las ramas del capital de alta composición orgánica (proporcionalmente más automatizadas) absorben plusvalía de las ramas de más baja composición orgánica. El capital para invertir en alta composición orgánica de una industria (robots, ordenadores, IA) proviene de la ampliación de la brecha de precios relativos entre las ramas altas y bajas en composición orgánica, entre los centros y los márgenes de la economía global. Este señalamiento se podría extender a otras discusiones sobre el aceleracionismo, demasiado enfocadas en los centros globales del tecnocapitalismo. Es difícil concebir un aceleracionismo que nos lleve más allá de la miseria en la que nos ha sumergido el neoliberalismo si no se considera que la misma tendencia que produce al ciborg es la que mantiene vigentes las formas más primitivas de esclavitud.
La definición de un sujeto del aceleracionismo necesita un anclaje material que puede buscarse en la micropolítica de las relaciones de producción. Esto es lo que señala Antonio Negri cuando elogia la contribución del aceleracionismo de izquierda al pensamiento emancipatorio, pero a la vez critica el determinismo político y tecnológico en el manifiesto, cuyo mesianismo prometeico tiende a escindir lo político de lo social y a mostrar cierta inclinación teleológica. Una perspectiva materialista del devenir-aceleracionista debería concebirlo como una virtualidad que se despliega en la acción de sujetos de clase cuyos cuerpos son transformados por las sucesivas composiciones técnicas. Para ser eficaz, un programa aceleracionista debe considerar los fenómenos simultáneos de reapropiaciones de capital fijo y formación de agenciamientos colectivos que resultan de la transformación de la fuerza de trabajo y la dinámica de la lucha de clases. La puesta en marcha de un motor que impulse aceleración más allá del estancamiento contemporáneo depende de la liberación de la potencia de los y las trabajadoras cognitivas, cuya práctica de producción social y cooperativa es la base material sobre la que se puede lograr una nueva hegemonía sociotécnica poscapitalista.
Referencias
Avanessian, A. y Reis, M. (comps.) (2019). Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el poscapitalismo. Caja Negra.
Beckett, A. (11 de mayo, 2017). Accelerationism. How a Fringe Philosophy Predicted the Future We Live in. The Guardian.
Caffentzis, G. (2020). Sus letras de sangre. Trabajo, máquinas y la crisis del valor. Capitalismo. Tinta Limón.
Celis Bueno, C. (2020). Aceleración, algoritmos, poder. En A. M. Fella (ed.), Tecnología, política y algoritmos en América Latina. CENALTES.
Deleuze, G. y Guattari, F. (1985). El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia. Paidós.
Mackay, R. y Avanessian, A. (comps.) (2014). #Accelerate. The Accelerationist Reader. Urbanomic.